viernes, 25 de marzo de 2011

Nota. El Observador.

Entrevista
teatro
por serrana díaz

entrevista
por serrana díaz

Un retiro de manos ocupadas
Con 71 años recién cumplidos, el actor “Pepe” Vázquez deberá dejar el elenco oficial en abril pero ya está listo para dos proyectos independientes.

 
Le quedan seis funciones de El enfermo imaginario, de Molière. y termina su ciclo con la Comedia
Nacional. Con esta excusa, El Observador tuvo una extensa charla con el actor Pepe Vázquez en su casa de la Ciudad Vieja. Allí recibió con “un traje” como le llama a una camisa azul y un pantalón sport, –si fuera por él siempre estaría en pijamas–, para hablar de su retiro, de los proyectos que se trae entre manos y hasta de los problemas actuales del teatro independiente. Se toma su tiempo para responder en un recibidor que está lleno de Imilce Viñas (su eterna compañera), y en donde reinan sus retratos realizados por dibujantes de prensa como Clarina Vicens y Eduardo Vernazza “de la época en la que el teatro tenía protagonismo en los diarios”. Entre ellos, Pepe enseña con mucho cariño uno que le regaló a su esposa el dibujante Guillermo Fernández para agradecerle las risas que le había robado en el estreno de Mi rebelde gordura (1973).

¿Cómo está viviendo sus últimas funciones en la Comedia Nacional?
Todavía no me doy mucha cuenta. Lo siento más cuando veo a mis compañeros planificar para las próximas obras. Y entonces me siento raro pero bien. Primero porque sé que quedo muy conectado con todos ellos y segundo porque me preocupé de ir hablando en el ambiente teatral para que me tengan en cuenta para otros proyectos. Si hay algo que tengo claro es que mientras la cabeza me funcione voy a estar disponible.

De hecho ya tiene dos proyectos entre manos …
Es verdad. A partir de mayo voy a representar en el teatro La Candela Los caprichos de mi madre, una comedia de humor negro escrita y dirigida por Sebastián Barrios, en la que soy el único viejo. Y en agosto estaré bajo la dirección de Jorge Denevi, un viejo amigo, en ¿Quién fue el gracioso? de Fernando Schmidt. Se trata de un proyecto que me entusiasma mucho. Sobre todo porque voy a actuar con otro viejo amigo como Julio Calcagno. Hacemos de dos viejos cómicos que en su juventud habían tenido un dúo muy famoso, pero que terminaron distanciados. La obra transcurre en el camarín de un canal de televisión, mientras aguardan para ser entrevistados.

Su ingreso a la comedia fue bastante atípico porque lo hizo a los 65 años ¿Qué sintió cuando lo convocaron?
En ese momento estaba Héctor Manuel Vidal como director. Yo pensé que era para invitarme a hacer un papel. Igual me puse contento porque iba a tener un ingreso asegurado por cinco meses. Cuando me dijo que era para integrarme al elenco oficial me quedé pasmado. Me acuerdo que le dije: “Dejame pensarlo un par de días”. No se por qué me salió esa estupidez y cuando iba en el ómnibus de regreso a casa, y no tenía el celular estaba como desesperado, quería llamarlo antes de que se arrepintiera. Y decir: ¡Sí,sí,sí! Me acuerdo que me bajé en una vinería, y compré el vino más caro que había. Cuando llegué a casa, Imilce no paraba de retarme por la compra excedida. “Momento”, le dije. “Está hablando con un actor de la Comedia Nacional”. Y ahí ella pasó del rezongo al llanto…. La verdad es que para nosotros fue un cambio importante. En casa de teatreros, no había un técnico electricista que arrimara un mango. Éramos como gitanos. Pero siempre nos sentimos orgullosos de habernos pagado los frijoles con la profesión.

¿Qué recuerdos tiene más presente de su primera época como actor?
Mis primeros grandes maestros fueron Nelly Goitiño y Bernardo Galli. Ellos me engancharon con el anzuelo de la disciplina artística. Después entré a la escuela de El Galpón entre 1959 y 1960. En esa época vivía con mucha intensidad todo lo que estaba aconteciendo en Cuba y quise irme. Esa etapa me marcó mucho. Fue la primera vez que trabajé profesionalmente. Integré una compañía que iba al campo a hacer representaciones. Me pagaban un sueldo y tenía que estar a disposición. Después nunca más pude entender el no cobrar por trabajar y comprendí que era algo por lo que había que pelear. Otro punto muy importante fue mi vuelta en 1964, cuando conocí algunos colegas en el Club de Teatro que funcionaba en la calle Rincón. Allí me empecé a juntar con Denevi, Bimbo Depauli, Héctor Manuel Vidal, entre otros. Esa fue una época en la que le pedía muchas cosas al teatro.

¿Qué por ejemplo?
Muchas veces cometíamos el error de aburrir al público. Teníamos mucho público entusiasta, pero
nos pasábamos de rosca, lo único que nos faltaba era que le dijéramos a la gente por quien tenía que
votar.

¿Lo vive como un error?
Lo vivo como un error que quiero mucho. Los 60 fueron inevitables. Fueron fantásticos, la pasamos bárbaro. Éramos unos locos que nos parábamos arriba del escenario y decíamos cualquier cosa.

¿Qué puestas recuerda con más nostalgia de esa época?
Son varias… Libertad, Libertad, Chau Che… El Galpón hizo una puesta en escena de Fuenteovejuna dirigida y versionada por Antonio Larreta. Fue espectacular. Cuando llegaba el final los actores detenían la representación y le decían al público: en ustedes queda elegir qué final quieren para el pueblo y se los vamos a mostrar los dos. Y entonces el escenario se dividía a la mitad. Por un lado, hacían el final que Lope de Vega había escrito y por el otro mostraban el final que podría tener sin los reyes. Esta obra la vi una decena de veces y siempre de parado porque agotaba entradas.

¿Si tuviera la posibilidad de vivir la vida de alguno de los personajes que representó ¿Cuál sería?
Elegiría algunas características de distintos personajes. Me gustaría tener la valentía del protagonista de Las Brujas de Salem, de Arthur Miller, un ser capaz de dar su vida por sus creencias. Aunque preferiría que alguien viniera a rescatarme en un caballo de cowboy y levantarle el dedo anular a los que me estén quemando (se ríe). Me gustaría tener el humor que campeaba en todo el espectáculo de Pepe el Oriental, que representé en el Galpón en el 71, escrito para mí por Milton Schinca. También La virilidad de Lyman Felt, el personaje de El descenso del Monte Morgan, de Arthur Miller, y la capacidad de escritura de Juan José Morosoli. En ese caso creo que sería imbatible.

¿Cómo ve la Comedia Nacional en este momento?
La veo bien. Sobre todo su preocupación porque hayan puestas que contemplen mucho al autor nacional, y que contemple el género musical porque la Comedia tiene gente que canta muy bien, y es un género muy agradecido por el público.

¿ Y el teatro independiente?
Creo que marcha como a empujones,tiene momentos. También creo que hay un exceso de oferta de espectáculos. En esa cantidad de oferta no hay toda la calidad que uno encontraba antes cuando había menos oferta.

¿A que lo atribuye?
No lo sé. Creo hay muchos buenos actores y que faltan directores. Creo que hay una rosca intelectual que habla mucho, que teoriza muchísimo y que lee los 10 últimos libros de teoría teatral que han salido, pero que a la hora de interpretar todo lo que hablan no son para nada inspirados. No saben dirigir actores. Ser un buen director implica una labor muy profunda, que tiene que ver con un gran conocimiento humano, del teatro y de la vida.

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